martes, 17 de abril de 2012

Basta con cerrar los ojos y adentrarse en la oscuridad de mis párpados para que todo empiece. Lo primero en aparecer es un punto blanco, en el horizonte, que poco a poco va aumentando de tamaño hasta ocupar el infinito espacio de mi mente. Primero te das cuenta de que lo que parecía blanco va cambiando de color, a veces rojo, otras veces amarillo, otras verde... De repente te das cuenta de que esa materia de mil colores forma algo, pero no eres capaz de discernir si es que de repente ha cambiado de forma o des del principio estaba así y no lo habías advertido. Lo curioso es que justo antes de saber qué es lo que está apareciendo dentro de tus ojos te duermes y caes en la inconsciencia. En un mundo donde no existen reglas racionales y todo es relativo. Muchas veces te despiertas en medio de un sueño y, aunque estás despierto, sigues dentro de él. Sigues con esa vida paralela que sólo existe durante una horas, y que nunca más recordarás, y asumes una serie de valores y principios irracionales que van desapareciendo al mismo tiempo que despiertas y vuelves a regirte por las reglas de este mundo. No es la primera vez que me despierto recordando escenas de un sueño y preguntándome: ¿Porqué haría yo esto en vez de aquello? Después de unos minutos dándole vueltas desistes y te levantas, prácticamente sin saber dónde estás.
Los únicos sueños que soy capaz de recordar son los que están relacionados con personas que conozco y aquellos que podrían suceder perfectamente en la vida real.
Lo cierto es que, en mi caso, hay pocos sueños que recuerde.

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