viernes, 17 de diciembre de 2010

Desvarios

Esta tarde me encontraba extraviado en un mundo de fantasía, idílico y maravilloso, cuando repentinamente he iniciado una conversación conmigo mismo dándome cuenta de que el móvil de la vida es el amor. Y es que esto es realmente lo que hace que hagamos las locuras que nos proporcionan esos escasos minutos de felicidad que son el eje central de nuestra existencia. Miramos, oímos, tocamos y morimos por amor, ese sentimiento incomprensible que es capaz de mover montañas y cambiarte la vida. No hablo del amor de los jóvenes que es efímero en su mayoría, sino de ese sentimiento que es capaz de unir a dos personas para toda la vida, de ese que se manifiesta en las relaciones familiares. Y es que el ser humano no puede vivir sin querer a alguien, incluso el asesino más sangriento ama a alguien. Una vida sin sentimientos sería como un día sin Sol, puede ser muy grande pero nunca será increíble, y no tendría sentido. ¿Qué sentido tiene morir por nada, solo por... honor? Más bien ambición, si no fuera por el amor el egoísmo nos dominaría y seríamos una masa egocéntrica en busca de ese genio amarillo llamado comúnmente felicidad. Pero morir por amor..., yo lo haría. Puede que aún no haya encontrado a la chica perfecta, o puede que sí, pero sé que sería capaz de morir por amor, incluso aunque solo fuera por amor a la vida.
Bonita ironía verdad.

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